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Writer's pictureCatalina Ramírez-Portilla

Refugio encantado en las colinas

Updated: Nov 21, 2024

| Colores: violeta • gris roca • verde montaña • azul cielo

| Fauna: cabras montesas • peces koi • roquero solitario (Monticola solitarius) • gatitos curiosos

| Flora: flores de loto • lirio de agua • lantana

| Sabor a: stir fry de pescado a la parrilla en rollos de papel de arroz • cerveza


Todo empezó en la madrugada con un cambio abrupto de tren por las inundaciones que dejó atrás el tifón. Después de medio día con la maleta mojada, la espalda cansada, la curiosidad del nuevo destino ante mis ojos y mucha hambre, por fin llegué al lugar, el "Retiro en la montaña de las hadas" (literalmente "Fairy Mountain Retreat").


La neblina y una (no muy ligera) brisa le dan ese aire misterioso. Mi hogar por dos noches resulta ser una pintoresca cabaña en la falda de unas colinas rocosas por donde se ven saltar pequeñas figuras blancas en la distancia. El sonido y un poco de acercamiento me lo confirma, son cabras que viven en las rocas y que a diferencia de mí no le temen a las alturas. Por el contrario, son felices saltando de un lado al otro y alimentándose de las hierbas que crecen por ahí. Por acá dicen que rara vez bajan por completo, pero siempre se las escucha (hasta en medio de la noche) y si se tiene suerte se las ve pastar en la distancia.


Decido ducharme antes de comer y me sorprendo al ver la vista desde mi baño. La ventana que ocupa casi toda la pared da a una pared rocosa que es separada de la cabaña por un estanque rodeado de bambú, donde nadan peces koi. Me quedo fascinada con esa vista y cruzo los dedos para que el clima me acompañe mañana y pueda explorar más la zona.


La noche llega con la lluvia y con una baja significativa de temperatura, pero decido no luchar contra el clima. Me abrigo y me siento a ver llover, escribir, leer y tomar el té en mi cabaña. Así se me va la mañana y no me doy cuenta de que son las dos de la tarde (y se me pasó la hora del almuerzo) entretenida en mis pensamientos y ensoñaciones. Ya no llueve más y parece que el clima se ha calmado. No pienso mucho y cojo una bicicleta.


Hay un lugar que quiero visitar antes de que oscurezca y no me quedan muchas horas, así que empiezo a pedalear hasta que llego a las escalinatas de las cuevas de Mua. Más que las cuevas hay una vista increíble y no quería perderme de sentir el viento desde arriba. Las escaleras son empinadas, pero finalmente logro llegar a la cima. Se ven campos de flores de loto y de arroz en la distancia. Colinas rocosas salpican el paisaje y un río zigzaguea entre ellas. Se ven botes surcando el agua y también un sendero entre los estanques. Se ven algunas cabras que parecen locales y unas cuantas aves azules entre las rocas.


Agradezco al espíritu del lugar por regalarme ese tiempo/espacio y inicio el regreso a mi refugio encantado en las colinas para disfrutar mi última cena bajo este cielo. De regreso en el camino pensé en la fortuna de tenerme y de caerme tan bien, sabiendo que no fue nada fácil llegar aquí. Ahora bien, me alegro de haber llegado a este punto antes de este viaje... No sé cómo de otra forma podría pasar tantas horas de silencio conmigo misma, entre realizaciones, risas, tropiezos, cansancio y tantas sorpresas a la vuelta de la esquina.


Sin embargo, debo admitir que cada vez es más frecuente que extrañe casa (sobretodo desde que llegué a esta segunda mitad del camino) y que encuentre más y más cosas que me recuerdan a los que amo del otro lado del planeta. Que lindo se siente extrañar sin ansiedad, sino con el corazón lleno y con las ganas de seguir llenándome de memorias de colores para poder compartirla con ellos a mi regreso.



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