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Writer's pictureCatalina Ramírez-Portilla

Las balsas de luces que cruzan las tierras Lanna

Updated: Nov 23, 2024

| Colores: verde • morado • amarillo • rojo

| Flora: dalia roja • clavel amarillo • orquídea morada

| Fauna: miná común • perritos falderos

| Sabor a: khao soi • curry de colores • som tam o ensalada de papaya verde


Un vuelo después estoy de vuelta en Tailandia. Excepto que esta vez al norte, en Chiang Mai, la antigua capital del reino Lanna. Se siente un aire familiar al venir de Luang Prabang. Calles transitables, quizás con más personas, mucho calor durante las horas de sol, pero está bien caminar por la sombra, una ciudad con un río, templos y mucha gente con sonrisas amables. Después de probar el mejor curry de mi vida, decido buscar un buena clase de comida Thai para sumergirme más en esta increíble cultura empezando por sus sabores. En medio de gente, especias y una visita al mercado local, la clase me augura unos días llenos de sorpresas coloridas.


A mi alrededor todos parecen estarse preparando por el mismo motivo que me trajo aquí: el festival de Loy Krathong o de las balsas que fluyen. Cada luna llena del mes 11 en el calendario lunar, se agradece al espíritu o deidad de los ríos por la vida, a la vez que se trata de dejar atrás todo aquello que pesa. Para esto se arman pequeñas balsas de ofrendas con pedazos de tronco de banano, las hojas del mismo, al igual que otras flores, frutos, una pequeña vela y tres barritas de incienso. En las noches alrededor de la luna llena muchas personas se acercan a las orillas del Río Ping (afluente del Chao Phraya que surca Bangkok) para dejar ir sus balsas en el agua y junto con ellas todos los males, pero también agradecimientos por las bendiciones recibidas. Al tiempo, los templos budistas de la ciudad se llenan de lámparas de colores con peticiones que se elevan al cielo en la noche de luna llena.


El primer día del festival llega y tengo la oportunidad de construir mi propia balsa con ayuda de increíbles personas locales. Sólo me queda acercarme a la orilla del río para agradecer por todo lo bueno y dejar ir una que otra cosa, pero nada termina de salir como lo había planeado o al menos imaginado. El camino entre la ciudad antigua y el río está lleno de encuentros y desvíos que terminan llevándome a la parte fangosa. En medio del calor, termino por poner mi balsa a flote tratando (de paso) de no hundirme yo misma en las aguas del río. Difícilmente con ayuda de una tabla logro hacer que mi balsa de una a la corriente, pero no sin antes perder algunas de sus decoraciones en la oscuridad. Mi corazón se desinfla un poco mientras veo la balsa a medio flote desaparecer río abajo. Ciertamente no se siente cómo esperaba y parece que la noche aún no termina de sorprenderme.


Después de comer algo rápido en el bazar nocturno, me uno a otro grupo de viajeros para asistir a uno de los mejores shows LGBTQ+ de la ciudad. La verdad no sé qué esperar, pero creo que es un lado de Tailandia que quiero entender un poco más en profundidad, así que decido unirme al grupo. Luces de colores, música, baile y un par de cervezas después me siento maravillada por hacer parte de esto. El sentimiento que me invade es de admiración por seres que han encontrado el valor para mostrarse cómo son al mundo a pesar de sus diferencias y de todos los prejuicios que puedan existir a su alrededor. Mi corazón se llena de luz con cada una de sus presentaciones y hasta me dan ganas de ponerme a bailar. No faltan los seres humanos que arruinan un poco el show con sus actitudes, pero sólo hace falta dar un vistazo al escenario para volver a este momento. Salgo de ahí cerca de la media noche renovada y todavía con ganas de bailar, pero no parece que todos mis acompañantes se sienten igual, así que terminamos por ahí jugando billar.


Al día siguiente me acompaña un poco el bajón post-cervecero pero decido sumergirme en los templos para encontrar inspiración. No tardo mucho en encontrar uno que llama mi atención, en particular porque tiene animalitos andando por doquier, un pasillo lleno de lámparas de colores con las que puedes elevar una petición por alguien y muchos dragones dorados. Termino por ir a descansar, cambiarme para estar vestida para la ocasión y volver al templo después de cenar el plato típico del norte, una sopa de fideos con curry conocida como khao soi. La lamparita que escojo es de un inusual (en mí) color rojo que he aprendido a apreciar durante mi viaje en este rincón del mundo. Aquí el rojo, un poco diferente del mundo occidental, simboliza energía, coraje y fuerza, pero sobretodo la estabilidad, seguridad y la conexión con el mundo material, que es esencial para el crecimiento espiritual. Elijo elevar mis buenos deseos en esta ocasión por amigos que justamente en esta noche de luna llena han decidido abrir las puertas de un sueño que construyeron juntos, de un lugar increíble, donde mucho de lo que amo es este mundo se une (música + libros+ bar + café + amigos) en la ciudad en la que nací.


Los días siguientes transcurren entre las calles y las festividades con encuentros que me alegran el camino, momentos emocionales, bocados dulces y salados, pero sobretodo mucha contemplación sobre este viaje y todo lo que me ha traído hasta Chiang Mai. Me encomiendo a todos los espíritus de luz para que me permitan seguir mi camino y sobretodo para que guíen cada paso que doy tanto en el viaje como en el regreso a casa.



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