| Colores: verde selva • turquesa • gris nublado
| Flora: flores amarillas • palmeras • árboles de caucho
| Fauna: perritos delgados de orejas puntiagudas • caracoles de tierra • geckos tokay
| Sabor a: pad thai (fideos de arroz salteados) con camarones, salsa de pescado, pasta de tamarindo , soya, maní, cilantro y limón • sopa de pollo con pequeños hongos blancos Japoneses o enoki (Flammulina velutipes), tallos de limoncillo/limonaria y leche de coco
Temprano el bus nos lleva camino al sudeste del sudeste (valga la redundancia) por carreteras rodeadas de verde y anuncios en esas letras llenas de ornamentos que para la (sesgada) lógica occidental de mi cerebro parecen hasta escritas en reversa. Cientos de umbrales enormes adornados por la carretera, conduciendo por pequeñas callejuelas quién sabe dónde. Santuarios y altares con ofrendas en cada esquina (hasta de centros comerciales), coronas de flores amarillas, techos puntiagudos, budas dorados, estatuas. Busco un poco en internet (tengo varias horas para entretener en el bus) y parece que hay dos tipos diferentes de altares, uno más bajo sostenido en cuatro pilares para las ánimas o espíritus de la casa y otro más alto en un solo pilar para los seres de luz/deidades de este lado del mundo. Las tradiciones y creencias parecen mezclarse en todas partes (Animismo | Budismo).
Imágenes de la realeza Tai también aparecen frecuentemente. El rey sigue siendo el rey sin importar los golpes de estado y la inestabilidad política de esta monarquía constitucional. Su figura y la de su familia están en todas partes, desde los billetes hasta miles de anuncios en las calles y carreteras. Como si la publicidad pudiera cubrir lo controvertido de su reinado hasta el momento. Así sigue el camino hasta llegar a ver el mar y el ferry que nos llevará a ese pequeño pedazo de tierra poblado de jungla del otro lado: la isla de Koh Kut o Koh Kood.
Me emociona ver tanta vegetación, hasta que descubro que muchos de esos jóvenes árboles no son más que fabricas de caucho por doquier. Peluditos de orejas puntiagudas y figuras delgadas me mueven también el corazón. Finalmente, llego al que será mi refugio por los próximos dos días, una pequeña cabaña en medio de la selva rodeada de sonidos que intento descifrar si son de este planeta. Me saluda una mujer pequeña de sonrisa amable y pocas palabras en Inglés, la dueña del lugar y la que será mi chef por los próximos días. Abro las cortinas de mi habitación y veo que algo (no tan pequeño) sale corriendo de su escondite en dirección al techo, termino saltando hacia atrás por la sorpresa y veo que es un gran gecko de colores increíbles que parece más asustado que yo por la presencia de un extraño en lo que seguramente es su hogar.
El calor y la falta de sueño se apoderan de mí. La siesta que supuestamente sería de una hora, dura el resto de la tarde. Cuando me despierto veo que está oscureciendo. Mañana será otro día me digo y me prometo a mí misma que haré que cada hora cuente. Me levanto un poco zombie por algo de comer. Pregunto a mi anfitriona qué me recomienda del menú (no tengo cabeza para escoger). Ella sugiere una sopa de pollo y aunque no estoy muy convencida, acepto su sugerencia. Pido también una cerveza Singha grande (cómo no hacerlo en ese bochorno) y me la bebo con gusto y sin prisa mientras la sopa llega a la mesa. Van llegando (cada una por su lado), dos parejas de turistas de mayor edad que parecen también estarse hospedando en el lugar. Un par de francófonos y otra pareja que parece incluir a una tailandesa y a un angloparlante que parecen conocer a los dueños del lugar. Amigos de los dueños también llegan al restaurante, que está justo al lado de la vía que atraviesa la isla.
El ambiente se vuelve más cálido y como una bendición llega la sopa de pollo antes de que mi cerveza se acabe. El sabor es algo que definitivamente no me esperaba y que me sorprende de forma grata, la combinación de limonaria, leche de coco y ños pequeños champiñones que parecen sacados de Lilliput, es increíble. Creo que la chef vio mi cara de zombie y eligió algo que me devolviera a la vida, tanto que me costó bastante conciliar el sueño después. El gecko no parece querer irse de la habitación, creo que sigue muerto de miedo, pero sabe que la intrusa aquí soy yo. Termino por averiguar que al parecer es una hembra de gecko tokay nativos de Asia y algo territoriales, así que termino por llamarle "Tuky" y esperar que no lance una ofensiva en medio de la noche. Termino por quedarme dormida en la mitad de la cama, alejada de la pared... Por temor un poco a lo que Tuky haga, pero también porque es la posición en la que todo el aire del ventilador apunta en mi dirección. Afortunadamente, la cama es lo suficientemente ancha para no tener que ponerme de cuclillas y al mismo tiempo caber.
Me levanto al día siguiente un poco deshidratada y rodeada de nubes que amenazan con lluvia, pero resuelta a hacer lo mejor de este día. Camino una hora en medio de la selva hasta la playa más cercana y la encuentro desierta (sólo para mí). No hay turistas ni locales, así que decido empezar aquí mi ritual personal, desprenderme de elementos que representan experiencias y partes de mí de las que he aprendido mucho, por las que tengo mucho que agradecer, pero que he decidido dejar atrás.
Creo que esto es lo más cerca que estaré de esa isla en Indonesia (Bintan) que algún día visité en compañía de alguien que fue muy especial en mi vida y de la cual me llevé una concha de caracol. Así que en este día, decido regresar la concha al mar y así darle un cierre espiritual a ese capítulo de mi vida. De cierta forma siguiendo la tradición Hawaiana del Ho'oponopono, repito: perdón, lo siento, gracias y te amo, seguido de todas esas cosas que quisiera decirle y desearle a esa persona de corazón. Perdón por el daño que pude haberle causado durante el tiempo que compartimos. Lo siento si alguna vez lo ofendí de forma consciente o no. Gracias por el amor, el tiempo y sobretodo las lecciones compartidas. Te amo y te deseo lo mejor en tu camino... Dondequiera que estés, espero la paz que siento en mi corazón pueda también alcanzar al tuyo.
Con una sonrisa y un corazón más liviano encuentro un sitio para almorzar en la isla. No sé si será mi paz, pero siento que es el mejor pad thai que he probado en mi vida. El nombre del lugar le hace juego a la sensación que tengo, la de un ave que ha vuelto a volar o quizás lo está aprendiendo por primera vez:"Little bird" (cómo les dije antes, busco señales en todas partes). Me siento con energía, cómo para ir a una cascada. Pido un aventón a mis anfitriones y llego a una cascada perfecta para el calor que hace y sobretodo para terminar de dejar ir en esa agua que pronto llegará al mar todo lo que me queda desahogar. Floto en el agua mientas veo las copas de los árboles de esa jungla y las nubes que no sabía, me anunciaban una tormenta eléctrica que llegaría a la madrugada con tristes noticias desde casa.
Catica: muchas gracias por ponernos a viajar por esos hermosos paisajes, muy parecidos a nuestra costa pacífica, per cargados de otras costumbres y tradiciones. Recibe un fuette y afectuoso abrazo de María Silvia y mío