| Colores: blanco niebla • verde pino • rosa pálido
| Flora: azaleas • hibiscus • suculentas • rosas
| Fauna: perritos de tienda y de tren • gatitos de la buena fortuna
| Sabor a: Bao o "rosa blanca" de res • sopa de fideos de arroz • infusión de margaritas • café • estofado de cerdo agridulce en pimienta y olla • croffle (croissant al estilo waffle • pancakes de carretera
En búsqueda de aire fresco que permitiera asentar todo eso que se me estaba arremolinando en mi viejo conocido, el dolor de garganta, empecé mi ruta al norte de Vietnam con una pequeña pequeña parada en Dalat, una ciudad al pie de montaña también conocida como la de la eterna primavera y a similares 1500 msnm como nuestra florida Medellín (aunque debo decir mucho más fresca estos días).
La baja de temperatura (en comparación a los 30° que he venido sorteando) me abrió el apetito a cosas más abrigaditas y que sabía en el fondo eran las que mi nudo necesitaba para soltar. Acudí al restaurante local de confianza por una sopa de fideos de arroz y un increíble bao (pan de harina de arroz esponjadito y relleno usualmente con una albóndiga). Fue una comida que me llegó directo al corazón y me hizo abrazar en la distancia a seres que amo y que sé estuvieron ahí conmigo en cada bocado. Ese abrazo de almas me dio energía para caminar por el pueblo a pesar de la lluvia y encontrar un pequeño café en una esquina de la colina. Ahí me puse a escribir, a pensar y a desenredar los nudos que al parecer se habían hecho en mi alma los últimos días. Mi té llegó a la mesa con un pequeño ramo y un postre al parecer celebrando a las mujeres aquí en Vietnam. Lo recibí con agrado y seguí sumergida en mis embrollos.
Al parecer cuando el polvo de la ciudad logra asentarse, las cosas de adentro fluyen más fácilmente y no fue sino llegar a mi hospedaje en la cima de la colina para por fin sacar lo que llevaba a adentro. Lloré como no lo hacía hace tiempo, y hablé conmigo misma hasta quedarme dormida. Más liviana al día siguiente salí a caminar antes de tener que embarcarme en el bus nocturno que me llevaría a mi siguiente destino, la ciudad que escogí para empezar mi vuelta número 36 al rededor del sol: la ciudad de Hội An y llegar a lo que será la mitad de mi travesía por estos lares.
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