| Colores: verde naturaleza • rojo fuego • blanco luminoso
| Flora: Gomphrena globosa • copa de oro (Allamanda cathartica)
| Fauna: caracoles de tierra • pequeños sapos • libélulas • drongo crestudo (Dicrurus hottentottus)
| Sabor a: Banh Chew o crepe Khmer vegano • batido de sandía con limón • torta vegana de cacao y banano • infusión de hojas de limón kafir y jengibre
Hace algo más de un mes, una joven interesada en el trabajo que hice mi doctorado me contacto. En medio de nuestra usual correspondencia, empezamos a hablar más de mi vida actual y de la secuelas de mi doctorado. Terminé por contarle sobre mi viaje al Sudeste asiático y agradablemente sorprendida, ella me contó que era un destino al que siempre volvía. Ella me dio un par de nombres de los sitios y las experiencias que más le impactaron en este lado del mundo, pero entre ellos hubo uno que me resonó en particular, un retiro espiritual en un lugar llamado Hariharalaya en Siem Reap. Entre idas y venidas, planeación y demás, supongo que la idea realmente se quedó dándome vueltas porque finalmente decidí lanzarme a las turbulentas aguas donde se encuentran las corrientes de mi alma, mente y cuerpo. Así fue como junto con otros aventureros del espíritu, nos alejamos de la programación turística para adentrarnos en nuestro templo interior lejos de las distracciones.
... Y así fue como empezamos por quitarnos los zapatos, apagar nuestros dispositivos electrónicos y desconectar para conectar. Nos dan la bienvenida sonrisas amables, acentos de todas partes del mundo, limonadas frescas y masajes al mejor estilo Khmer. Algo tímida empiezo a conectar con distintas personas, cada una llena de historias y quizás de expectativas, más sin embargo todas con el corazón abierto para estar aquí y ahora. Agua de coco helada ilimitada, sesiones de yoga, meditaciones silenciosas, respiración consciente, flores de colores, horas de lectura, masajes relajantes, comida vegana (increíblemente exquisita), horas creativas, baños de hielo, tardes de ejercicio, bailar como si nadie estuviera viéndonos, días de piscina, noches de música, círculos de compartir, budas dorados y altares en el jardín, despertar con el sonido del gong, ver el amanecer escribiendo en mi diario, despedir el día con una infusión... Imaginen todo eso en medio de un paraíso lleno de naturaleza, en buena compañía y todo sin un ápice de culpa ni de estar pensando que hay otro lugar en el que debería estar. Definitivamente, un regalo del mar* para mí, una caminata de vuelta a mi templo.
Siento que las capas que a veces me impiden conectar con los demás se desvanecen al pasar de los días. La ceremonia del fuego también me ayuda a desprenderme de otro par de elementos que me han pesado por mucho tiempo y que simbolizan idealizaciones tanto propias como ajenas de cómo se debería ver mi vida a estas alturas. Veo como las llamas consumen el papel y siento como también la carga se va sintiendo más liviana. Me despido de Siem Reap, del pequeño altar afuera de mi habitación, del estanque de lotos, de la cabaña que espero construir algún día cerca a la quebrada de la finca, del árbol mágico y de todos aquellos corazones que durante una semana me abrazaron y vieron florecer mis verdaderas semillas.
"El mar no recompensa a quienes son demasiado ansiosos, demasiado codiciosos o demasiado impacientes. Cavar en busca de tesoros no solo demuestra impaciencia y codicia, sino también falta de fe. Paciencia, paciencia, paciencia, eso es lo que enseña el mar. Paciencia y fe. Uno debería yacer vacío, abierto, sin opciones como una playa, esperando un regalo del mar."
Un regalo del mar* (A gift from the sea) de Anne Morrow Lindbergh
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